jueves, 11 de junio de 2009

DISCURSO DE ADIÓS DEL REY BEHANZIN.



Compañeros de infortunio, últimos amigos fieles... Sabéis en qué circunstancias, cuando los Franceses quisieron acaparar la tierra de nuestros ancestros, decidimos luchar.

Teníamos entonces la certeza de conducir nuestro ejército a la victoria. Cuando mis guerreros se levantaron a millares para defender el “Danxome” y su Rey, reconocí con orgullo la misma bravura que manifestaban los de Agadja, los de Tégbéssou, los de Ghézo y los de Glèlè. En todas las batallas estaba a su lado.

A pesar de lo justa que era nuestra causa y de nuestra valentía, nuestras tropas compactas fueron diezmadas en un instante. No pudieron deshacerse de los enemigos blancos, cuyo coraje y disciplina también alabamos. Y ya, mi voz afligida no despierta más eco.
¿Dónde están ahora las ardientes amazonas que inflamaban una santa cólera?
¿Dónde sus jefes indomables: Goudémè, Yéwê, Kétugan?
¿Dónde sus robustos capitanes: Godogbé, Chachabloukou, Godjila?
¿Quién cantará sus espléndidos sacrificios? ¿Quién hablará de su generosidad?
Ya que sellaron con su sangre el pacto de la suprema fidelidad, ¿Cómo puedo aceptar sin ellos cualquier abdicación? ¿Cómo me atrevería a presentarme ante vosotros, bravos guerreros, si firmaba los papeles del general?

¡No! A mi destino ya no daré la espalda. Haré frente y caminaré. Porque la victoria más bella no se consigue sobre un ejército enemigo o sobre unos adversarios condenados al silencio del calabozo. Es verdaderamente victorioso el hombre que se queda sólo y que sigue luchando en su corazón. No quiero que a las puertas del país de los muertos, el aduanero encuentre manchas en mis pies. Cuando os vuelva a ver, quiero que mi vientre se abra de alegría. Ahora que me advenga lo que dios quiera. ¿Quién soy yo para que mi desaparición sea un hueco en la tierra?

¡Iros vosotros también compañeros vivos! Volved a Abomey, donde los nuevos dueños prometen una dulce alianza, la vida perdonada y al parecer la libertad. Allí, dicen que ya renace la alegría. Allí, parece que los blancos os serán igual de favorables que la lluvia que reviste los flamboyanes de terciopelo rojo o el sol que dora la barba sedosa de las espigas.

Compañeros desaparecidos, héroes desconocidos de una trágica epopeya, he aquí la ofrenda del recuerdo: un poco de aceite, un poco de harina y sangre de toro. He aquí el pacto renovado antes del gran despido.

¡Adiós soldados, Adiós…!

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Extrait de - Kondo le requin - Jean PLYA - Ed. CLE.

martes, 9 de junio de 2009

DISCOURS D'ADIEU DE BEHANZIN



« Compagnons d'infortune, derniers amis fidèles, vous savez dans quelles circonstances, lorsque les Français voulurent accaparer la terre de nos aïeux, nous avions décidé de lutter.

Nous avions alors la certitude de conduire notre armée à la victoire. Quand mes guerriers se levèrent par milliers pour défendre le Danhomè et son roi, j'ai reconnu avec fierté la même bravoure que manifestaient ceux d'Agadja, de Tégbessou, de Ghézo et de Glèlè. Dans toutes les batailles j'étais à leurs côtés.

Malgré la justesse de notre cause, et notre vaillance, nos troupes compactes furent décimées en un instant. Elles n'ont pu défaire les ennemis blancs dont nous louons aussi le courage et la discipline. Et déjà ma voix éplorée n'éveille plus d'écho.

Où sont maintenant les ardentes amazones qu’enflammait une sainte colère ? Où, leurs chefs indomptables : Goudémè, Yéwê, Kétungan ? Où, leurs robustes capitaines : Godogbé, Chachabloukou, Godjila ? Qui chantera leurs splendides sacrifices ? Qui dira leur générosité ?

Puisqu’ils ont scellé de leur sang le pacte de la suprême fidélité, comment accepterais-je sans eux une quelconque abdication ? Comment oserais-je me présenter devant vous, braves guerriers, si je signais le papier du Général ?

Non ! A mon destin je ne tournerai plus le dos. Je ferai face et je marcherai. Car la plus belle victoire ne se remporte pas sur une armée ennemie ou des adversaires condamnés au silence du cachot. Est vraiment victorieux, l'homme resté seul et qui continue de lutter dans son cœur. Je ne veux pas qu'aux portes du pays des morts, le douanier trouve des souillures à mes pieds. Quand je vous reverrai, je veux que mon ventre s'ouvre à la joie. Maintenant advienne de moi ce qui plaira à Dieu ! Qui suis-je pour que ma disparition soit une lacune sur la terre ?

Partez vous aussi, derniers compagnons vivants. Rejoignez Abomey où les nouveaux maîtres promettent une douce alliance, la vie sauve et, paraît-il, la liberté. Là-bas, on dit que déjà renaît la joie. Là-bas, il paraît que les Blancs vous seront aussi favorables que la pluie qui drape les flamboyants de velours rouge ou le soleil qui dore la barbe soyeuse des épis.
Compagnons disparus, héros inconnus d'une tragique épopée, voici l'offrande du souvenir : un peu d'huile, un peu de farine et du sang de taureau. Voici le pacte renouvelé avant le grand départ.
Adieu, soldats, adieu !...

Guédébé...reste debout, comme moi, comme un homme libre. Puisque le sang des soldats tués garantit la résurrection du Danhomè, il ne faut plus que coule le sang. Les ancêtres n'ont plus que faire de nos sacrifices. Ils goûteront mieux le pur hommage de ces cœurs fidèles unis pour la grandeur de la patrie. C'est pour quoi j'accepte de m'engager dans la longue nuit de la patience où germent des clartés d'aurore. Guédébé, comme le messager de la paix, va à Ghoho où campe le général Dodds. Va dire au conquérant qu'il n'a pas harponner le requin. Va lui dire que demain, dès la venue du jour, de mon plein gré, je me rends au village de Yégo. Va lui dire que j'accepte, pour la survie de mon peuple, de rencontrer dans son pays, selon sa promesse, le président des Français. »

Http://yaivi.blogspot.com

Extrait de - Kondo le requin - Jean PLYA - Ed. CLE.


JUSQU'AU BOUT DU MONDE...


No se si nunca os habéis imaginado ...

Un grifo que gotea con un ruido de monotonía…
Una larga marcha bajo un sol ardiente.
El grito de un niño en la lejanía.
El ruido del agua de una cantimplora que se derrama en la arena .
Un monumento abandonado en pleno desierto.
Un fila de coche en una calle tranquila.
Un ciudad dormida.
Una única rosa en un rosal.
El panorama de una ciudad de luz en la noche.
Dos viejas hablando sentadas delante de una casa.
Un cartel vacío.
Un baso de agua, encima de una mesa.
Una camisa tendida en una cuerda.
Un banco vacío.
Una estación de gasolina en un rincón perdido del mundo.
Un río en el hueco de una montaña.
El ruido de una barrera que se abre y se cierra.
Un único ladrido de perro.
La desesperanza por una carta que no viene.
Alguien que os recuerda una persona ya olvidada.
Una mirada dolorosa.
Una mañana, muy temprano, en la niebla.
Una mano que te toca brevemente.
Un dedo que acaricia tu mejilla.
Una sonrisa en la muchedumbre.
Una única ventana con luz en una fachada.
Una luz que se apaga.

Si Has vivido todo esto, entonces sabes lo que es la Soledad…




martes, 2 de junio de 2009

EL CUENTO DE AYABA


Ayaba vivía en un pequeño pueblo africano de la región del sur del Golfo de Benin. Ayaba estaba casada con un rico comerciante del pueblo y disponía de todo para sus necesidades. Era muy joven y muy apreciada en todo el pueblo. Pero Ayaba tenia una gran preocupación. Dudaba del amor de su marido. Quería que le quisiera más. Un día, se fue a ver al “Marabout” del pueblo, para pedirle que le hiciera una pócima de amor, para poder conquistar a su marido.

- Quiero que me quiera más. Le veo muy distanciado de mi y no se que hacer…

El Marabout la miró. Era muy guapa. Y no entendía como una chica tan guapa podía necesitar una pócima para enamorar a su marido. Se quedo mirándola un largo rato, y después le dijo:

- creo que no te hace falta ninguna ayuda externa para enamorar tu marido.

- ¡Por favor! ¡Hágame la pócima! la necesito. ¡Por favor!

El Marabout la miró un rato más un poco desconcertado:

- Vale! Te haré la pócima. Pero para ello, necesito un pelo de león...

Ayaba se quedó pensando un rato, y salió de la sala del Marabout.

Al lado del pueblo de Ayaba, había una carretera, justo al lado de una gran sabana, donde dormían los leones perezosamente, bajo el sol ardiente de África. Ayaba se fue caminando hasta allí, tirando de una cuerda atada al cuello de una cabra. Cuando vio a los leones, dejó la cabra y se fue corriendo hacía el pueblo. Los leones se comieron a la cabra. Cada día, Ayaba hacía lo mismo,…Cada día, hasta que llegó un punto que los leones se dieron cuenta de que ella era la proveedora de cabras y sabían que si ella venía, ellos tendrían comida. Esta demostrado por Pavlov que los animales tienen este tipo de reflejo. Todos los días después, Ayaba volvió con una cabra, hasta que un día, se quedó escondida mirando como se la comían. Cada vez se aproximaba un poco más a los leones y ellos no se la comían. Un día, se aproximó tanto, que arrancó una mata de pelo de uno de los leones y se fue corriendo directamente hacia la casa del Marabout. El sabio Marabout, la vio llegar con una sonrisa en los labios. Cogió la mata de pelo que le tendía Ayaba, la miro y le dijo:

- Ayaba! Si has sido capaz de domar un león, ¿ como no vas a domar tu marido ? No necesitas ninguna pócima. Todo lo que te hace falta, lo tienes dentro de ti.

Y Ayaba se fue a casa, con la cabeza llena de la moraleja del anciano Marabout.