lunes, 16 de mayo de 2011

LOS DÍAS DE LA SEMANA.


Según cada tradición y cada cultura, los días de la semana tienen un significado diferente. Las diferencias culturales dan lugar a una interpretación diferente de cada día y del porque de cada día. Cada sociedad relaciona los días de la semana a sus creencias más básicas. Aunque a veces, el significado metafóricamente llega a ser lo mismo.

En las sociedades europeas, se asocian los días de la semana a Dioses de la mitología romana y a algún que otro astro del universo. De allí que:

  • Lunes: es el día de la Luna. 
  • Martes: es el día del dios Marte, padre de Fuga y Timor, hijos que tuvo Marte con la diosa Venus.
  • Miércoles: día de Mercurio, el dios del comercio y de los viajeros.
  • Jueves: El día de Júpiter, dios de la tierra y del cielo, dios justo y promiscuo.
  • Viernes: día de Venus, diosa de la belleza, del amor y de la fertilidad.
  • Sábado: Día de reposo.
  • Domingo: Día del señor.
En las sociedades africanas, la cosa no va de mitologías, ni de astros. Y la pluralidad vernácula de todos estos países, da lugar a muchas maneras de decir un mismo día.
En el Dahomey, los días van en función de creencias y supersticiones. Se nota sin embargo, la influencia de la introducción de creencias religiosas por las potencias colonizadoras. Aquí, lo pongo en lengua Fon, en el que para decir “Día” decimos “Gbé”. Connotaciones maxilares y fuerte resonancia, el Fon es lengua de amazonas y de bravos guerreros. En lengua Fon, una de las lenguas más habladas del Dahomey:

  • Lunes: Se dice Tenigbé. El día que hay que decir “Non”.
  • Martes: Se dice Tatagbé o Guzangbé. Es el día del dios Ogun, el dios del hierro, dios de la guerra. Ogun representa en la tradición cristiana, San Antonio de Padua en la Bahía, San Pedro en Cuba y San Felipe en Haití. En Ghana, el martes es día de suerte.
  • Miércoles: se dice Azangagbé. Es el día más largo de la semana.
  • Jueves: Se dice Nyonuzangbé. Es el día de la mujer y representa también el día de la paz.
  • Viernes: Se dice Ahossuzangbé. Es el día del Rey.
  • Sábado: Se dice Sidigbé.
  • Domingo: Se dice Aklunonzangbé, día del señor o Vodungbé, día del Vudú.
Los días de la semana, para nosotros son determinantes en nuestras acciones diarias. El día de la mujer es un día sagrado, lo mismo que el día del señor o el día del Vodú. Los martes son propicios para ganar pequeñas batallas y tener algún que otro logro personal siempre y cuando se lo pidamos al Dios Ogun, claro.

Y frente al gran número de dialectos y lenguas africanas, la interpretación de cada día va cambiando y cada uno de ellos, adquiere un significado diferente.

Y como decimos nosotros, “Si el día sirve para ver con claridad por la luz de sol, también sirve para ser visto como el día que es.”

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miércoles, 11 de mayo de 2011

"SÉ COMO TE SIENTES..."


Mis padres llevaban juntos, muchos años. Mi madre es una mujer fuerte y muy divertida y mi padre, un hombre simpático y genial. Yo siempre les había visto bien y con sus problemas, como cualquier otra pareja. Junto con mis hermanos, iba a uno de los mejores colegios de mi ciudad. Y vivíamos en una casa enorme, la más bonita que había en el barrio.

Un día, mi madre se quejaba de dolores. Mi padre no estaba así que la acompañé yo, al hospital. Le diagnosticaron un cáncer de útero. Sabía que el cáncer era una dura enfermedad, pero también sabía que mi madre era fuerte y que acabaríamos saliendo de este duro trago. Aún recuerdo este día cuando al volver mi padre de trabajar, le senté para darle la mala noticia. No se lo podía creer. No dijimos nada a mis hermanos, que eran muy pequeños y además mi madre no quería que sufriesen para nada.
Y empezaron los tratamientos de quimioterapia. El tratamiento era duro y a mi madre se la veía demacrada. Fuerte que era, y se la veía depauperada. Guapa y bonita que era, se la veía desmejorada. Perdía pelo, perdía peso y cada vez parecía que estaba peor físicamente. Débil, macilenta y enflaquecida. No tenía fuerza para nada. Yo ayudaba en casa en todo lo que podía. A veces me quedaba despierta toda la noche para acompañarla, luchando contra el sueño, porque me daba miedo que le pasara algo. Era difícil para nosotros, pero para mi madre era un calvario.

Y un día, un 12 de Avril, mi padre se fue.
Nos dejó.
Nos dejó, con mi madre enferma, a mis hermanos y a mí. Dijo que no podía más y se fue. No sabíamos donde había ido. Nadie sabía nada de él. Ni sus amigos, ni su familia, nadie. Le buscamos durante mucho tiempo. Le esperamos durante mucho tiempo y nada. Simplemente nos dejó. Simplemente se fue. Desapareció.
Yo tenía 15 años. Y de un día para otro me encontré sola. Sola con mi madre incapaz de cuidarse por si misma, con mis hermanos pequeños y con todos los gastos de la casa.

Y para completar, a mi madre se lo complicó. Los médicos dijeron que por bajas defensas, había cogido una neumonía. Fue allí cuando empezó la depresión de mi madre. Al final, entre lágrimas, no tuve más remedio que explicárselo a mis hermanos pequeños. Mi hermano no lloró, pero mi hermana se desplomó. Ansiedad, angustia y pena. Mi madre tampoco paraba de llorar. Ella no tenía a nadie más. Mi padre era su familia, era su referencia, era su pilar… No pensaba en nosotros. No pensaba en mí. Yo sólo la tenía a ella como base de mi vida. Nosotros tampoco teníamos a nadie más que a ella.
A mi madre la ingresaron una mañana fría de invierno. Ante los gastos del hospital y de casa, tuvimos que dejar nuestra escuela de toda la vida. También tuvimos que vender la casa, nuestra casa, con todos nuestros recuerdos, nuestras alegrías, lo que nos recordaba aún a nuestra familia al completo. Lo vendimos todo. Tuve que vender algunas prendas de ropa y joyas de mi madre. Nunca se lo he dicho y ella, cuando les echo en falta tampoco me los ha preguntado jamás. Lo vendimos todo. Creo que vendimos nuestra familia, vendimos lo que éramos. Y me derrumbé cuando cerré por última vez aquel portal rojo que me recordaba a cuando mi padre volvía a casa después de trabajar.

Me dediqué durante mucho tiempo, a cuidar de mi madre y de mis hermanos. Mi madre seguía inmersa en una profunda depresión. La internaron porque seguía en shock. Dejó de comer y de hablar con nosotros y a veces no nos reconocía. Mi madre no me reconocía. Se pasaba horas llamando el nombre de mi padre como sí él estaba al otro lado del portal rojo, nuestro portal, el portal rojo de nuestras vidas…
Empecé a trabajar haciendo lo que me encontrase. Me odiaba a mi misma porque no podía con todo, no podía con todos los gastos. Me odiaba a mi misma porque a veces me cogían unas irremediables ganas de llorar. Una angustia loca que me fragilizaba las piernas y me incitaba a tirarme al vacío. Y mi vida basculó cuando una mañana, nos llamaron del centro para decirnos que mama había muerto.


Grité.
Sola.
Y seguí gritando hasta que me desgarré por dentro. Grité hasta que mi voz me abandonó por completo. La angustia que me perseguía se apoderó de mí. Me rompí la ropa que llevaba encima. Me arañé. Lloré tanto que acabe en una especie de semiinconsciencia. Lloré como nunca antes había llorado. Sólo recuerdo vagamente que mi hermano pequeño me encontró y sin preguntarme nada, me abrazó y se puso a llorar conmigo. Cuando los ojos se encuentran, la boca ya no tiene nada más que decir. Mi hermano me abrazó y me sujetó con fuerza, para que no hiciera más daño físico, hasta que me quedé dormida.

Ya no teníamos nada.

Y me puse a buscar a mi padre. Lo busqué tanto como he podido, pero no le encontré. Le busqué con toda mi alma y con todo mi tiempo pero no le encontré. Y al final, le odié. Le odio con todo mi corazón y más aún cuando recuerdo aquellos días que dormíamos sin comer, aquellos días que no sabíamos a quién acudir.
Pero me odio más a mi misma cuando algunas noches antes de dormir pido a Dios que este vivo y que no le haya pasado nada.

Ahora han pasado muchos años, y aún me puedo alegrar de que hayamos podido salir de esta situación. Mi hermano jamás habla del tema, igual que yo. Sólo hablamos de mamá. Lo único que me sabe mal es mi hermana pequeña a veces llora porque dice que no recuerda el rostro de nuestro padre. Aún nos faltan muchas cosas pero por lo menos sabemos que nos tenemos a nosotros mismos. Ellos son mi familia. Y yo soy la suya.

Y hoy mi hermana, apenada por los esfuerzos que tenemos que hacer para paliar todo, me dice que quiere buscar a nuestro padre. Dice que no puede más. Y llora, y llora… Yo no lloro, no sé por qué.
Me gustaría explicarle cual fue durante tantos años, la pena de mi vida. Me gustaría decirle que llevo cuidando de ellos, yo sola, desde hace mucho tiempo, y que aún puedo seguir. Pero no puedo. Me hubiera encantado hablarle de aquel portal rojo, el portal de mi casa, el portal de mis recuerdos, pero ella no lo recuerda. Y no para de llorar. Me da rabia porque la veo débil. Y me da más rabia aún, porque veo que para ella, él es la solución, cuando para mí, él fue el problema. Pero dicen que las huellas de las personas que caminaron juntas nunca se borran. Él, alguna vez, caminó con nosotros.

Me gustaría gritarle a mi hermana, que me tiene a mí, que yo nunca la dejaría, porque yo sin ella, tampoco sería nada…Pero sólo le digo que hay hombres que son cobardes, incapaces de amar y que estas cosas pasan...

...Y mi hermana llora y llora. Siente pena por mí, siente pena por nosotros. Siente pena por ella misma...


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miércoles, 4 de mayo de 2011

SIMONE GBAGBO.


Pena.
Rabia.
Vergüenza.
Impotencia.

Es lo que siento cada vez que miro esta foto.
Cada vez que miro los ojos de esta mujer, se me deshilache algo dentro de mí. Una sensación opaca que me impide mirar largamente esta imagen y descifrarla. La mujer de la foto es Simone Gbagbo, mujer del ex - presidente de Costa de marfil. Humillada, pegada, supuestamente violada, el día de la caída de su marido.

Resumiendo la historia y poniéndonos en contexto, las potencias francesas, en un gran afán de fraternidad política y de profunda compasión por el dolor ajeno, quisieron ayudar al pueblo marfileño a deshacerse de uno de sus dirigentes que no quería irse del poder. El 11 de Avril de este mismo año, misiones de la ONU y tropas de la operación francesa Unicornio bombardearon la residencia del presidente saliente para finalmente capturarle en un bunker en el que se escondía junto con su familia y sus  fieles y alegados.
Haciendo un hincapié en la misma Historia, es bastante remarcable, que las mismas potencias, ya hicieron la vista gorda, sobre otros asuntos estatales de igual envergadura del mismo dirigente recalcitrante e incluso mantenían relaciones amigables con él, tiempo antes de toda esta movida.
Miedo me dan, a mí, las amistades de este tipo.
Las tropas habían conseguido lo que se habían propuesto. Pero lo que no entiendo es por qué dejan atrás esto. Como pudieron permitir que muchos, igual que Simone, pasarán por esto… La pesadilla del 11 de Abril dejó atrás muchos muertos del clan Gbagbo. Mucha muerte y mucha humillación.

Simone Gbagbo es la mujer del presidente caído Laurent Gbagbo. Las potencias, tanto las marfileñas como las francesas, actuaron con rapidez para la paz y para la recuperación del bienestar del pueblo marfileño, dicen. Pero ¿dónde estaban, cuando a esta mujer se la estaban maltratando violentamente? ¿Dónde estaban cuando Simone estaba en mano de estos negros, que me dan vergüenza? ¿Dónde estaban las potencias francesas cuando a esta mujer, unos le arrancaban sus mechas de la cabeza? ¿Dónde estaban las potencias marfileñas cuando Simone Gbagbo, licenciada en letras modernas estaba siendo supuestamente violada por unos simios asquerosos, nacidos de los árboles?
Digo "árboles" porque me niego a creer que alguien que tenga madre, hermana o mujer, haga semejante barbaridad e encima con una sonrisita de victoria.
¿Dónde estaban las potencias francesas cuando a la mujer de Gbagbo, profesora y doctora en lingüística africana, la estaban humillando unos miserables gregarios, feos y repugnantes?

Simone fue humillada, pegada, supuestamente violada por las tropas pro-Ouattara. Le rompieron la ropa que llevaba encima, la tiraron al suelo y le arrancaron sus trenzas que tenía en la cabeza.

Y a mí me da vergüenza. Vergüenza y rabia.  


Simone es historiadora, doctora de tercer ciclo en literatura oral, investigadora en lingüística aplicada. Estudió en varios países: Costa de marfil, Francia, Senegal…Profesora de universidad, feminista y militante en varios sindicatos, luchó por un sistema multipartidista en los años 70, años en los que fue capturada y torturada cuando luchaba contra el régimen dictatorial de la época. Simone Gbagbo elegida diputada en 1996 y llamada “la dama de hierro” por su fuerte carácter, fundó en 1990 el “Front Populaire Ivoirien” en la clandestinidad, con su marido. Es miembro de la oficina nacional de formación de los militantes y secretaria de las políticas de educación y de los temas agrícolas.

Madre de 5 hijas, allí está, sentada y rodeada de desgraciados que la han maltratado. Aún gracias podemos dar al destino de que no la hayan matado. ¿Qué hacían ellos cuando ella estudiaba su master en letras modernas allí cuando corría el 76? Zanganeando. Porque sólo los zánganos hacen esto.

Simone, con la mirada aterrada, dejó de luchar y se dejó en mano de ellos. Ya no sabe qué hacer. Simone no será una santa a los ojos de la opinión popular de su país, pero haya hecho, lo que haya hecho, nadie se merece esto. Nadie. Si Simone ha vulnerado algún derecho humano, pues que la juzgue un tribunal internacional, que los hay. Que no la dejan en manos de unos vacuos mentales, cuyo único logro es saber aguantar un fúsil.

Pobre Simone.

Si hubiera sido blanca, todo el mundo hubiera puesto el grito en el cielo, con estas fotos que han dado media vuelta al mundo entero y sin embargo, no han tenido ninguna repercusión mediática.

Tranquila Simone. Es que a veces unos tienen que pagar por la culpa de otros.
Tranquila Simone.  Que aunque nuestras leyes no contemplen castigo alguno para estos actos ahogados en la histeria general, aunque las potencias europeas, se laven las manos, aunque las potencias africanas levanten los hombros en un “qué quieres que hagamos...”, tranquila Simone. Que aún queda gente como yo, gente como nosotros, que sólo por lo que pensamos de estos degenerados, ya es un castigo para ellos.
Tranquila Simone. Todo siempre acaba acabando. Y tú eres muy fuerte, y estoy segura que sabrás resurgir, aunque con séquelas, después de estos malos momentos. Tranquila Simone.

Simone Gbagbo, antes que primera dama de su país, es madre y persona.
Y estos inhumanos, la toquetearon entre todos, la maltrataron, la pegaron y abusaron de ella. Y encima, se hacen una foto con ella, como trofeo de guerra. Ojala se pudran.

De verdad que hay algunos negros, como estos, que son caca.

Y a mí, me repugnan.


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lunes, 2 de mayo de 2011

¿QUÉ TAL ...?


No sé porque la gente pregunta: ¿Qué tal…?

En general, en las sociedades africanas, hablando más del antiguo Dahomey que de otro país, preguntar a alguien “¿Qué tal…?” quiere decir, que estás totalmente interesado y totalmente dispuesto a escuchar a esta persona, a prestarle tu tiempo por si lo necesita, a reconfortarle y aconsejarle en caso de que te diga que las cosas le van mal…
En efecto, preguntar a alguien “como le va todo” es sentirse capacitado para identificarse mentalmente e afectivamente con el estado de ánimo de esta persona y a meterse en su piel. Empatía pura y simple, sin impasibilidad.

Allí, el día a día va de par con esta empatía que a muchos, seguramente les resultaría empalagosa. Para empezar, en nuestra educación entra el indagar sobre la vida de la otra persona como hábito social. Hay que preguntar cómo está esta persona, cómo está su familia, cómo le va aquello, cómo solucionó aquello otro, qué fue de aquella persona de la que en su momento te hablo, cómo se está recuperando aquella tía enferma, si al final se solucionó aquel problema en el trabajo, cuáles eran las nuevas alegrías, cuáles eran los nuevos problemas…

No sé si es que nosotros tenemos mucho tiempo libre, que muchos lo dirán, o que simplemente es otro valor más que tenemos, pero aquí en donde ahora vivo, las cosas no son así. No sé como será en los otros países europeos pero aquí, muchas veces, cuando alguien pregunta “¿Qué tal...?”, sólo espera oír “bien, muy bien”. Cualquier otra respuesta viene acompañada de una incomodidad del interlocutor, porque se encuentra en una situación en la que no sabe qué hacer, ni qué decir ante el aflojamiento verbal de su amigo, compañero o familiar que, sobrepasado por las vueltas de la vida, explica su bajo estado anímico por causas ajenas a su voluntad.
Aún podría entender que, ante según qué situación, la gente no sepa qué decir, ni qué hacer, porque no se lo esperaban o porque nunca se habían encontrado en unas circunstancias similares, pero lo que ya me parece surrealista e inadmisible, es que algunos, jamás te vuelvan a preguntar sobre aquel problema o aquel inconveniente de tu vida que les explicaste, ya sea que tu madre está enferma, ya sea que perdiste tu trabajo, ya sea que estás mal por una perdida de un familiar o que tengas problemas económicos. No sé por qué, después no inquieren sobre el asunto. A lo mejor no se acuerdan. Triste. O incluso más triste aún, les da igual.
Cuando más dramática es la situación, menos te preguntan después. Cobardes emocionales, que se esconden detrás del “es que no te quería molestar” o “no sabia si querrías hablar de esto”, para esconder su poca empatía, su abulia, su indiferencia y su indolencia para con los demás.

Si alguien te explica un problema que tiene, es que te abre une ventana hacía su intimidad, y esto te da derecho a preguntarle, después, si pudo solucionar aquello o si finalmente está más tranquilo después de su abatimiento personal.

Amigos que no tienen ni el coraje de preguntarte como te va aquello. Familias que no hablan de la dificultad económica de otro familiar. Gente que no te pregunta como está tu padre enfermo, o si hay alguna novedad sobre un asunto que a ti te preocupa. Algunos incluso, después de que les expliques y un drama acongojador, cambian drásticamente de tema y te explican una alegría suya o una chorrada que no viene a cuentos, como para zanjar el tema y dejar patente su falta de interés.

Empatía cero. ¿En qué mundo estamos? ¡Qué venga Júpiter y lo vea!
 
¿Dónde esta la simpatía, la amistad, el amor y la empatía? ¿Dónde? A muchos se les llena la boca de “¿Qué tal? “¿Cómo te va todo?” cuando en realidad no quieren oír tus desgracias. ¡Claro! Es mucho más fácil vivir en la inopia de las alegrías.

Yo no quiero que alguien me pregunte como estoy, si después se queda de espalda en el alfeizar de la ventana de mi intimidad sin mirar adentro. ¿ Entonces por qué me pregunten qué tal estoy?

La fórmula debería de ser “Explícame las cosas que te van bien”

Falsa simpatía, falso amor, falsa amistad. No quiero que nadie me diga “¿Qué tal...?” si no quiere oír mis problemas. Todos tenemos problemas. Todos pasamos por momentos duros de la vida. Y los que tienen alegrías, también tienen problemas. Yo tengo muchas alegrías. Capialzados emocionales. Pero si te digo que mi madre está mal, como mínimo, espero que después me preguntes por ella, o por cómo le va. Sino, por favor, no me digas más “¿Qué tal...?”

Preguntar a alguien por un mal momento que está pasando u ofrecer un poco de su tiempo para escucharle no es nada malo. Al contrario. Sólo sirve para acercarte más a esta persona. Y digo un poco de tiempo porque sé que aquí en Europa, los blancos tienen reloj pero nunca tienen tiempo.
No pido que nadie resuelva los problemas ajenos, sino sólo que presten atención y que se muestren interesados por las preocupaciones de los demás. No cuesta nada. Y sirve más para ganar la confianza de los otros. Es una habilidad social que denota educación, principios y mucha humildad, como cuando se dice a alguien: “Cualquier cosa, sabes que estoy aquí.” Fórmula amorosa que enriquece las relaciones. Reconfortante bálsamo de saber que alguien piensa en ti, que alguien se preocupa por ti.

También tengo que decir que existe una raza de gente, un tipo de gente que te explica sus problemas, y después cuando le preguntas acerca de ello, te dicen que no quieren hablar del tema. Y entonces ¿por qué lo explican? ¿Para qué? ¿Sólo para que lo sepamos a medias? O ¿para que los otros estén con ellos en esto?

Muchos abusan del “¿Qué tal…?” intentando ser afables porque para ellos, es simplemente una fórmula de “politesse”. Pero el “¿Qué tal…?” es más que una simple fórmula de educación. Es amor, es atención, es empatía. “¿Qué tal…?” es amistad, es lazos y es continuidad.

Así que os pregunto: “¿Qué tal…?”


Para Elsa J. R-S. Por preguntarme siempre por mi madre. Gracias Elsa.

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